
Por Armando Avalos
Grababa un reportaje en Cañete y me encontré con un grupo de adultos mayores muy divertidos. Inmediatamente hicimos química y de broma les dije que cuando los había visto me hicieron sentir que estaba en un grifo. La cara de los ancianos fue de sorpresa y curiosidad. Uno de ellos, me preguntó ¿Joven porque dice que se sintió como en un grifo cuando nos vio? Y les dije: “Porque como la gasolina, encontré uno de 70, otro de 80 y otro de 90”.
Los abuelitos no pararon de reírse y en medio de bromas grabamos ese reportaje. A lo largo de mi carrera he encontrado muchos que me han criticado por usar el humor en mis reportajes. Incluso una vez, un jefe vetó mis notas porque decía “que me burlaba de la realidad”. Creo que la risa, no solo es un elemento para ser usado en un reportaje sino algo que nos ayuda en la vida a superar los momentos difíciles y es bueno para alegrar el corazón.
La pandemia cubrió con un manto de temor y fatalismo al mundo. Estoy convencido que sonreír al mundo en estos tiempos es de valientes. Y hay que ser valientes porque no hay otra forma de avanzar.
Me encantó un comentario que hizo la actriz Wendy Ramos en su libro “Diario de una vaca descarriada” cuando dice: Si un día vas caminando por la calle y notas que estás con cara de puñete, respira profundo y sonríe. No importa si no tienes ganas o te sale falsa la sonrisa. La cosa es mover esos músculos que le indican a tu cerebro que estas bien, para que segregue endorfinas y te sientas mejor. A mí me funciona, si quieres prueba, tal vez te sirva a ti también.
Wendy Ramos tiene absoluta razón. Si ríes más seguido, el simple hecho de hacer un gesto feliz, te cambia el ánimo. Una vez me pareció muy triste cuando conocí a una bella reportera que me confesó que no le “gustaba” reírse mucho porque le salían “patas de gallo” y se arrugaba mucho. Creo que arrugarse por una carcajada es algo hermoso y hace más bella a la persona que lo hace.
Es muy triste encontrar a personas como aquella colega que tiene miedo arrugarse por reír o a otros que simplemente no se dan la oportunidad de dibujar en su rostro una sonrisa. En otra oportunidad, estaba redactando notas en un noticiero y dejé al lado de mi escritorio, un burrito de plástico que lucía un coqueto calzón amarillo.
Un camarógrafo que pasaba por la redacción me dijo algo así: “Armando guarda al burrito, viene uno de los gerentes y qué va a pensar si ve al muñeco con el calzón amarillo”. Recuerdo que le respondí sarcásticamente: “Tienes razón mejor le pongo un calzón azul serio”.
Sonreír a la vida es una opción que tomamos a diario. No siempre es fácil. El principal obstáculo somos nosotros mismos o como explica la psicóloga Elsa Punsent es a veces nuestro cerebro.
“Recuerda que nuestro cerebro está programado para sobrevivir, la felicidad le parece un simple junto biológico, algo que lo distrae de su función de supervivencia. Así que tenemos que entrenarnos conscientemente en la risa y la alegría”, sostiene Punsent
Cuando soñaba ser periodista, en un humilde salón del Colegio Nacional José Olaya Balandra, un día, un alumno enorme me quiso masacrar a golpes. Le puse varios apodos por su enorme nariz y mis compañeros no solo se rieron mucho sino, que me protegieron de ese compañero con pinta de matón.
Ese día comprendí que el humor me salvó el pellejo pero también podía ser una herramienta útil para avanzar. Lo usé en mis reportajes y me permitió crecer en mi profesión y en la vida.
Hoy a mis hijos, a mis alumnos y a mis pupilos trato de inculcar lo valioso que es dibujar en el mundo una sonrisa.
Que si no reímos o no hacemos reír al que nos rodea, será un día perdido. La buen humor me permitió conquistar a la mujer que amo, ganar amigos, a burlarme de mí mismo y por tanto a amarme más.
Todos queremos cambiar el mundo y créanme. Si reímos más seguidos, seguro que encontraremos mejores formas de hacerlo. Los dejo con una reflexión que encontré en un cuento maravilloso sobre lo inútil que es ver el mundo de color gris. En el cuento, Ahí, un hombre se presenta ante Dios con el corazón adolorido por las injusticias y sufrimientos del mundo. “Dios mío, exclama, mira todos las penas del mundo. ¿Por qué no mandaste ayuda?”. Dios lo miró y le dijo: “Si mandé ayuda. Te mandé a ti”.