Por Armando Avalos
En una prisión de los Estados Unidos, el interno Richard Bogues miraba emocionado por la televisión junto a otros reclusos, la final del mundial de basquetbol de 1986 donde su hijo Tyrone era una de las estrellas del equipo americano. Días antes le había enviado a su hijo cartas donde le pedía perdón y le decía lo mucho que lo admiraba y amaba. Esas cartas eran las que habían servido de motivación para que Tyrone “Muggys” Bogues saliera a la cancha como un pequeño león. Con un 1.60 metros de altura era el jugador más pequeño de la historia del basquetbol norteamericano.
Cuando los periodistas vieron la nómina del equipo estadounidense pensaban que era un error que en medio de jugadores de 2 metros para arriba, un diminuto hombre de 1.60 pudiera dar la talla. Al salir, las sonrisas del público y de los jugadores rivales, no sorprendieron a Tyrone Bogues quien desde niño en su humilde barrio en Baltimore, era marginado por su tamaño. Su velocidad, potencia y habilidad para “robar” el balón a los más grandes, hizo que le dieran el apelativo de “Muggys” (atracar) y con el tiempo lo convirtieran en una de las estrellas de la NBA.
En el mundial de España 86, en la gran final entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el pequeño David del basquetbol se puso sobre sus hombros al equipo de Goliats que veían en él, a un líder. El hombre que convirtió su mayor debilidad, en su mejor arma. Por ser pequeño literalmente se metía entre las piernas de los enormes soviéticos y les quitaba el balón. Y en una jugada que quedó para la historia, Bogues logró saltar 1.10 metros para hacer una canasta ante la mirada incrédula de un soviético de 2.10 metros que lo vio volar por encima suyo.
El mundo quedó asombrado por la historia y talento del pequeño gigante del basquetbol. El equipo Whashington Bullets le hizo su primer contrato como profesional de 1 millón de dólares por cuatro temporadas.
Lo primero que hizo Bogues con ese dinero, fue comprarle una casa a su madre Elaine y contratar a un buen abogado para sacar a su padre de la cárcel.
Cuando le preguntaron a Bogues el secreto de su éxito dijo: “No solo tienes que tener la habilidad. Tienes que tener actitud, porque si no la tienes, nadie te va a tomar en serio. Tuve que romper muchas barreras y cambiar la forma de pensar de muchos. La única forma de hacerlo era siendo efectivo en la cancha”.
La psicóloga Elsa Punset dice: “No hay carreras de éxito, hay personas exitosas”. Y eso se aplica a Tyron Bogues y a todas aquellas personas que logran comprender que en la vida el talento no basta para triunfar. Además de talento, el esfuerzo y la perseverancia son las cartas obligadas que uno debe poner sobre la mesa.
Tyrone Bogues creció en un barrio donde la pobreza, la violencia y las drogas condenaban a la mayoría de los jóvenes a una vida de delincuencia. Su padre fue condenado a 20 años de prisión por robo a mano armada. Su hermano mayor Chuckie era adicto a las drogas. Pero él no quería ese destino. Soñaba con jugar en la NBA pero su pequeña estatura era una barrera que lo hacía casi imposible. Todas las noches practicaba saltos y puntería con una caja de leche que abrió en su base y hacía las veces de canasta.
Se refugió en el baloncesto y brilló en los equipos de su colegio y de la universidad. Pero siempre tuvo que lidiar contra los prejuicios. El entrenador estadounidense Lute Olson fue duramente criticado por convocarlo al mundial de España por ser un jugador tan chiquito. La confianza de su entrenador fue para Tyrone Bogues la oportunidad que aprovechó y que cambió su vida.
Como paradoja del destino cuando jugó en la NBA, siendo el jugador más bajo de la historia, tuvo como compañero a Manute Bol, de 2 metros 31 centímetros, el segundo jugador más alto de todos los tiempos. Lo sobrepasaba 70 centímetros, pero se convirtieron no solo en una dupla formidable sino en grandes amigos.
Tyrone “Muggys” Bogues jugó 14 años en la NBA donde es considerado una leyenda. Logró fama y fortuna, pero también logró reconciliarse con su pasado. Sin que lo sepa la prensa, durante años ayudó a su hermano mayor a superar la adicción a las drogas. Reconstruyó su relación con su padre quien era su mayor hincha y siempre le pedía que no cayera como él en el infierno que lo llevó sus errores. El 9 de enero del 2015, en una emotiva ceremonia volvió a casarse con el amor de su vida y madre de sus hijos, Kim Bogues. Esa noche, Tyrone Bogues celebró el premio que le arrebató al destino, no solo haber logrado lo que todos creían imposible en el deporte sino también salvar a su familia.
La lección que nos deja este gigante del baloncesto, es que en la vida, solo seremos vencidos si lo permitimos y no hay verdadero triunfo sin el aplauso de los que amamos.