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Historias nunca contadas: el night club ‘Calusa’ y el congresista Néstor Valqui

FUENTE/AGENCIAS

Publicado en diario Nacional “OTORONGO NO COME OTORONGO” es una frase popular que cae como anillo al dedo al caso del congresista fujimorista Néstor Valqui. En setiembre del 2011, El Comercio documentó que Valqui era dueño de un night club, en donde se ejercía la prostitución, incluso con menores de edad, pero su partido Fuerza 2000 lo blindó y lo salvó de una suspensión de 120 días.
El ‘datazo’ me lo dio un amigo que vendía máquinas de minería y viajaba por toda la sierra. “Miguelito, en Cerro de Pasco hay un congresista que tiene un burdel que funciona como discoteca”, me dijo.

Fabiola Torres, la rigurosa periodista que tenía en la Unidad de investigación, viajó al distrito minero de Yanacancha, donde funcionaba el local, acompañada de un asistente y un fotógrafo del diario.

Lo primero que descubrió fue que, en efecto, el ‘Night Club Diskotec Calusa’ era de propiedad del congresista Néstor Valqui y de su esposa Edy Estrada Atencio.
El equipo periodístico se preparó para incursionar en la noche en el ‘Calusa’, de lejos, el centro nocturno más grande y concurrido. El fotógrafo se colocó un reloj-filmadora en la muñeca y el asistente, un pequeño micrófono del tamaño del botón de una camisa. Se alucinaban espías.

‘Los infiltrados’ descubrieron que el local, que funcionaba en un edificio de cuatro pisos, estaba debidamente acondicionado para ejercer la prostitución: en el tercer y cuarto piso funcionaba un hostal que tenía conexión directa con la discoteca.
La mayoría de las mujeres eran jóvenes y adolescentes de Huánuco, Ucayali y Junín. Las conversaciones, las propuestas, el ingreso al hotel y ‘lo demás’, quedó registrado…

La Fiscalía y la policía del lugar descubrieron que el ‘Calusa’ era un local de sexo clandestino. Dos jóvenes que trabajaban en el local incriminaron a Valqui. En el 2011, cuando postuló al Congreso, Valqui no declaró esa sentencia. Claro, si lo hacía, nadie hubiera votado por él.

La publicación originó un escándalo político. Los parlamentarios pidieron su suspensión. Pero a la hora de la verdad, pese a la contundencia de las pruebas, su bancada y sus colegas ‘otorongos’ lo blindaron: 46 le creyeron que él ya no era dueño del local, 33 pidieron su suspensión y 32 se abstuvieron.

La Universidad Nacional de San Marcos, sin embargo, no se tragó el cuento. Anuló la condecoración de la ‘Medalla de Honor Sanmarquina en el Grado de Gran Cruz’ que le iba a otorgar a Valqui.
Este Congreso, qué duda cabe, es el más mediocre que ha tenido el país.

Por MAURIPOOL