Por: Armando Avalos

¿Podría usted creer que el hecho que un niño no aguante la tentación de comerse un bombón podría predecir si fracasará en la vida? Pues la ciencia está demostrando con varias investigaciones que la paciencia es, no solo una gran virtud, sino un signo que puede predecir el éxito en la vida.

Cuando era principiante en mi carrera, recuerdo que practicaba en el diario “Hoy” junto con otros dos jóvenes de 20 años. Nos sentamos en el comedor del diario luego de un mes de estar trabajando ahí y al conversar sobre nuestro futuro, una de las practicantes, dijo que ya no aguantaba trabajar sin un sueldo y que no estaba dispuesta a estudiar tanto por nada. Luego de una semana se retiró y comenzó a buscar trabajo remunerado. Consiguió en una zapatería, luego en una botica y finalmente se casó y nunca ejerció lo que estudió.

La impaciencia de la muchacha la llevó a tomar decisiones drásticas y no pensar en las consecuencias. La paciencia es la actitud que nos permite soportar los contratiempos. Una constancia valerosa ante la vida.
Tener paciencia es afrontar los problemas con fortaleza y sin lamentarse. Ello nos dará la calma necesaria para esperar los logros con cabeza fría.

En esta época donde los jóvenes buscan resultados inmediatos, la ciencia nos da una clarinada de alerta. La importancia de enseñar a nuestros hijos, saber esperar las gratificaciones de la vida. Hay una investigación que se hizo a niños de 4 años a los que se les colocó un bombón y se les dijo que si esperaban 20 minutos sin comerlo, recibirían de premio 2 bombones más.

Al retirarse el investigador a otro ambiente, los niños con el bombón sobre la mesa, sufrían y luego de unos segundos, con mucha culpa muchos se comían el bombón.

Un grupo de niños se controló valientemente hasta el final, pero claro casi al borde de la desesperación. Varios se tapaban los ojitos para no ver el bombón. Algunos miraban para otro lado y varios cantaban para distraerse. Luego de los 20 minutos regresaba el investigador y cumplía entregándoles 2 bombones más.

Luego de 14 años, los investigadores, encabezados por el científico Walter Mischel de la Universidad de Stanford hicieron un seguimiento de qué había pasado entre los niños que no aguantaron su impulso y se comieron el bombón y aquellos que tuvieron la paciencia de aguantar la tentación y no se comieron el bombón.
Los niños ya tenían 18 años y los resultados de los niños que se comieron el bombón, versus aquellos que no, fueron notables.

Los que resistieron la tentación de comerse el bombón eran más sociables, seguros, soportaban mejor la frustración. Aceptaban más rápidamente desafíos y luego de tantos años seguían siendo capaces de postergar la gratificación para lograr un objetivo.

En cambio los niños que se comieron el bombón inmediatamente tendían a rehuir el contacto social, eran indecisos y no soportaban la frustración. Eran propensos a celos y envidia. Y a pesar de haber pasado 14 años desde que comieron el bombón seguían siendo incapaces de postergar la gratificación.
DEL BOMBOM AL PROTECTOR SOLAR

Un gesto como ponerse un protector solar antes de salir a la calle o cuidar su salud bucal e ir periódicamente a un dentista, son signos que los científicos toman en cuenta para decir que una persona tiene más probabilidades de ser constante en la vida y lograr sus metas.

Es que si bien estas últimas conductas no parecerían tener mucha importancia, en realidad sí la tienen porque demuestran la voluntad de estas personas de invertir su tiempo para un beneficio posterior.

En el 2013 se hizo una amplia investigación de personas que no podían controlar sus impulsos y no esperaban recompensas a futuro. Como los niños que no aguantaron y se comieron el bombón, en esta oportunidad, los desesperados por tener una gratificación inmediata, ya sea por un aumento, un ascenso o un premio rápido, se mostraron también con mayor tendencia a conductas como el consumo de alcohol, tabaco y fármacos.
También a abusar de los juegos, trastornos alimenticios, déficit de sueño e incluso cometer actos delictivos.
En cambio los que tenían paciencia para esperar recompensas, solían ser mejores estudiantes y manejar mejor las situaciones.
Un proverbio persa reza que la paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces. Y justamente si queremos saborear los frutos dulces que nos depara la vida, tenemos que a veces tener la valentía y templanza de soportar los tragos amargos. La convicción de que llegarán mejores momentos. Pero esos momentos sólo sucederán porque justamente no perdemos la calma en el camino y seguimos luchando.
De los tres jóvenes practicantes que en 1990 nos iniciamos en el periodismo y conversamos en el comedor del diario “Hoy”, dos logramos vivir y avanzar en esta noble carrera y convertirla en parte de nuestra vida. La joven impaciente que buscaba sólo lo económico y de manera rápida finalmente nunca lo logró.
He perdido la cuenta de ver a jóvenes y otros no tan jóvenes, tomar malas decisiones que los llevaron a perder muchas cosas, por esa falta de paciencia que les permita tomar la vida con más prudencia.
De comprender que la paciencia no es solo la habilidad de esperar, sino la habilidad de mantener una buena actitud mientras esperas.

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