
Por Armando Avalos
En 1904, cientos de personas se reunieron en Alemania para presenciar lo que hacía un caballo de nombre Hans. Su dueño un excéntrico profesor de matemáticas de nombre Wilhelm Von Osten le “preguntaba” al animal cuál era el resultado de ciertas sumas, restas y divisiones y “Hans” respondía correctamente siempre dando un golpe con su pata en el suelo, al ver las opciones que su amo le mostraba.
La gente se quedaba con la boca abierta y llegó a ser tan famoso el animal que se creó una comisión especial para investigar si de verdad el caballo sabía sumar, restar o dividir o todo era un truco.
En 1907 una comisión de científicos concluyó primero que el animal no era un “genio” en las matemáticas ni tenía grandes facultades mentales, pero que sí tenía una gran habilidad para leer el lenguaje corporal de su amo y por eso podía reconocer la respuesta esperada por él. Así acertaba en casi todas las respuestas al ver la expectativa que su dueño mostraba al acercarse a la solución.
La experiencia de “Hans el Caballo Inteligente” llevó a muchos estudiosos a reconocer la importancia del estudio del lenguaje corporal y usar el ejemplo de este caballo para concluir que si esta habilidad puede existir en un animal tan brillantemente, por qué no potenciarlo en el mismo ser humano.
Hoy hay un consenso que el impacto de un mensaje que enviamos a otra persona, solo el 7% es verbal. El resto, en un 38% tiene un factor vocal, esto es, por el tono, los matice y la forma en que pronunciamos algo. Y aquí agárrese de su silla, el resto, el 55% del impacto de un mensaje es por su contenido No Verbal.
Esto es por los gestos, movimientos de nuestras manos, ojos o posición del cuerpo al hablar, entre otros.
Desde que dos personas se encuentran y son presentadas ya se están comunicando. La comunicación no verbal es fundamental. Todos tenemos cierta habilidad para reconocer los mensajes sinceros que nos dan las personas y aquellos que los emiten con “otras intenciones”.
Pero un gran sector de las personas no toma en serio el estudio del lenguaje corporal y las insospechadas ventajas que proporciona en el manejo de ciertas situaciones y nuestras relaciones personales.
CLASE DE BAILE
Les voy a contar dos experiencias que me marcaron sobre el uso del lenguaje corporal. La primera fue en la Universidad cuando estudiaba psicología además de periodismo. Una profesora llegó con una grabadora y puso una música salsa. Llamó a un joven a bailar la canción de salsa y éste lo hacía muy gracioso.
Todos nos reímos y la profesora llamó al escenario al que se reía más. Le puso un merengue y le dijo ¡Baila! Y tuvo que bailar avergonzado. En ese momento, otro estudiante desafiante se reía sin miramientos de nuestro compañero y la profesora al verlo le dijo que bajara al lado de la pizarra y que tenía que bailar. El estudiante con cierto desdén, le indicó que estaba listo y pusiera la música. La profesora le dijo ¡baila sin música! Y jaló el enchufe de la grabadora.
El compañero bailó horrible. Todos nos reímos y la profesora, una veterana psiquiatra, lo miró y le dijo que por la forma del movimiento de sus manos era una persona fantasiosa, por la forma que movía sus piernas era inmaduro, por el movimiento de la parte superior de su cuerpo se desprendía que era proclive a relaciones inmaduras, por el color de su ropa que era fanfarrón y egocéntrico, y por el movimiento de sus ojos que era mentiroso.
Nos cacheteó con sus observaciones al estudiante. Lo describió tal cual era y solo viendolo bailar unos segundos. Fue increíble.
LA BALACERA
Cuando ejercí el periodismo, apliqué muchas de estas observaciones del Lenguaje Corporal y me sirvió sobre manera cuando cubrí en el Andahuaylazo en 2005. Cuando cubrí en medio de las balas y en una ocasión tuve que usar esos conocimientos para evitar que un humalista me disparara en la sien.
Dar la mano con cierta firmeza, pero sin llegar a apretar mucho. El mirar a los ojos al presentarme, el mostrarme seguro a pesar del temor lógico que uno podía sentir en esa cobertura de guerra, el usar el contacto físico para darle confianza y cercanía a los humalistas conmigo, entre otros tips que usé y cuento en mis conferencias, me sirvió para que no me mataran en más de una ocasión en estas comisiones de alto riesgo.
Siempre digo a mis alumnos y a mis hijos que nosotros nos comunicamos no solo con lo que hablamos sino con nuestro cuerpo. Y en la vida hay que tratar de ser coherente en el mensaje que damos no solo con lo que decimos sino en la forma que actuamos y el contacto que tenemos. Si un periodista esta con una persona humilde y ésta se nos acerca, nos abraza y nos pide ayuda para un hijo enfermo y siente nuestra reacción rígida, le estaremos diciendo con nuestro cuerpo que no somos iguales y que la estamos rechazando más allá de lo que digamos en pantalla.
Ahí perdemos nuestra credibilidad y no somos coherentes en lo que decimos y lo que hacemos. Si le decimos a nuestra esposa que la amamos pero no podemos sostener la mirada en sus ojos al decírselo, en realidad le estamos diciendo una terrible mentira.
A veces me parece increíble cuando veo parejas y personas que se topan en la vida con otros seres humanos que los utilizan o simplemente les dicen que son sus amigos, pero todo su cuerpo le muestra lo contrario y éstas personas no se dan cuenta o no quieren darse cuenta.
El lenguaje corporal es una herramienta maravillosa para conocer a la gente. Para buscar rodearnos con aquellos que de verdad nos buscan con el corazón y para descubrir al que nos miente o busca hacernos daño. Los invito a investigar más y a pulir sus conocimientos en este mundo fascinante y sorprendente. Si el caballo Hans lo pudo hacer y con maestría, que nos impide superarlo.