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El «Nene Cubillas» quién conquistó el corazón de un niño. El sueño de conocer a Teófilo Cubillas.

EL NENE CUBILLAS

El sueño de conocer a Teófilo Cubillas.

Por Armando Avalos

El 3 de junio de 1978, millones de peruanos estaban prendidos a su televisor esperando el primer partido de Perú en el mundial de Argentina 78. Nos tocaba con la poderosa escuadra de Escocia,  amplia favorita a ganar. Mi padre, tíos y vecinos se habían juntado en mi casa para ver el partido, mientras que yo, a mis 9 años, jugaba con unos soldaditos de plástico en un montículo de hormigón que había al lado de mi casa.

Escocia comenzó ganando. Luego el “Loco” Ramón Quiroga se atajó un penal y el zurdo César Cueto en una magistral jugada puso el empate. Todos gritaban y se abrazaban nerviosos hasta que Teófilo Cubillas hizo el gol que puso adelante a Perú y mi barrio fue un loquerío.

Intrigado por el escándalo que había por el partido, me acerqué con mis soldaditos en la mano a ver la escena. Todos se mordían las uñas y lucían nerviosos. Escocia buscaba el empate y el árbitro cobró un tiro libre para Perú. Hubo un silencio sepulcral y luego escuché a todos gritar ¡Goooooooooooool!.

Saltaron, gritaban como si fuera lo último que les quedaba por hacer en la vida. Mi padre me abrazó y me levantó en sus brazos. Todos con lágrimas en los ojos gritaban ¡Perú! ¡Perú! ¡Perú! y empezaron a entonar el himno nacional.

Perú había marcado el 3 a 1 y le pregunté a mi padre quien había hecho el gol peruano. ¡El Nene! me dijo emocionado. Recuerdo que me acerqué al televisor y la imagen que vi, se me quedó grabada para siempre en la memoria. Era el gran Teófilo Cubillas alzando los brazos, formando una “V” de la victoria mientras que todo el equipo nacional lo abrazaba.

Desde ese día, comenzó mi admiración por el goleador peruano de los mundiales. No solo por su talento con el balón sino porque demostraba ser un grande, dentro como fuera de la cancha.

La imagen de Teófilo Cubillas victorioso con la blanquirroja y mi familia gritando su gol frente a un enorme televisor en blanco y negro, fue la que se me vino a la mente, la noche del 8 de marzo del 2010, cuando en un exclusivo hotel de Fort Lauderdale en Florida, Estados Unidos, cenábamos en la misma mesa y brindábamos con Teófilo Cubillas, su esposa y sus hijos que celebraban los 60 años del crack peruano de todos los tiempos. 

Esa noche, el “Nene” Teófilo Cubillas me regaló una camiseta especial que llevaba la franja roja de la selección peruana y las franjas azules del club de sus amores, Alianza Lima. Me estrechó la mano y me agradeció por el reportaje que esa noche estaba grabando. Le agradecí por permitirme compartir con él, un momento tan íntimo y nos abrazamos.

Luego Teófilo Cubillas sopló las velas de su torta y a pedido de sus amigos, entre ellos los ex craks del futbol peruano Héctor Chumpitaz, Julio Meléndez Calderón y “Pitin” Zegarra, salió a bailar con su esposa Betty Collazos en el enorme salón, en medio de los aplausos de su familia.

Una de sus hijas puso la canción de Juan Gabriel, “Amor eterno” y me conmovió ver a mi ídolo de toda la vida, derramar unas lágrimas emocionado mientras abrazaba a su esposa. Esa noche, no era el famoso, el astro del futbol o el ídolo. Esa noche, era un hombre que demostraba orgulloso su lado más vulnerable a los suyos.

Apelando a su frase favorita, esa noche el “Nene” estaba feliz de la vida. Verlo en su lado más humano me hizo comprender el porqué de su grandeza.

Entre todos los que aplaudían en la fiesta, estaba también aquel niño de 9 años que una mañana con sus soldaditos de plástico en mano, miraba a Teófilo Cubillas emocionado e inalcanzable en la pantalla chica celebrando el gol del triunfo peruano en un mundial. Aquella noche, mi mente voló en el tiempo y me sentí feliz al cumplir uno de mis sueños, conocer al ídolo que de niño marcó mi vida.

Los sueños pueden tomar diversas formas y son un premio que le arrancamos al destino. Gracias al periodismo pude cumplir muchos de mis sueños. Todos los he disfrutado y me han abierto el camino a muchos más. Una mañana, de pequeño, soñé conocer a Teófilo Cubillas y la vida me dio más de lo que pedí. Una de las cosas más valiosas que me demostró Teófilo Cubillas es que ni el dinero, ni los títulos ni la gloria nos deben quitar la humildad. Y la última imagen que vi de él,  cantando enamorado por su esposa, me enseñó que no hay triunfo en la vida que valga si no estamos al lado de los que amamos.

Por MAURIPOOL