
Desde un hombre que no se bañó más de medio siglo, a una reina que no se cambió de camisa por años.
Por Armando Avalos
Amou Haji de 80 años le dicen de broma en su pueblo en Irán: “avión fumigador”, porque el “veneno lo lleva en el ala”. Y es que el olor que emana este hombre no es precisamente a jazmín y la razón es que lleva 60 años sin ducharse y todo por una promesa que hizo a los 20 años.
Una decepción amorosa seguida por problemas familiares hizo que este hombre, considerado el más sucio del planeta, prometiera no bañarse más. Este iraní no es el único que movido por una promesa tiene locos a quienes lo rodean.
En la India, Kailash Singh tiene más de 38 años sin bañarse. No se lava los dientes, ni la cabeza y menos el cuerpo desde 1974 cuando juró no volverse a bañar hasta tener su primer hijo varón.
Ya ha tenido 7 hijas mujeres y todo indica que seguirá sucio el resto de su vida. El drama de este hombre y también de su esposa y su familia que tienen que soportar sus olores, comenzó cuando un sacerdote le aseguró que para procrear un hijo hombre debía mantenerse sucio y hacer solamente “baños de fuego” por las noches para matar las bacterias.
Por eso, durante años, Kailash Singh danza alrededor de una fogata en su casa para “purificarse” pero no se baña. Con los años y por la insistencia de su esposa, aceptó flexibilizar su promesa, y últimamente se lava solo las manos para poder comer y no enfermarse, dice.
Su familia a intentando de todo para bañarlo. Una vez quisieron tirarlo a un rio pero Kailash Singh se volvió un demonio y parecía poseído y tuvieron que dejarlo en paz. Otra vez lo quisieron sacar en plena lluvia pero el hombre se escondió en una cueva. Su esposa, amenazó con dejarlo pero él prefiere “morir antes que tomar un baño”.
Su pelo de 2 metros de largo ya se ha petrificado en algunas partes. Sus vecinos en son de broma dicen que si Kailash Singh se rascara el pecho, encontrarían la ropa que se puso en 1974.
Kailash Singh al lado de su familia que espera que deje su promesa de no bañarse.
Cumplir una promesa es una virtud. Dicen que el valor de una persona se mide por lo que vale su palabra pero en los casos que mostramos ya son muy extremos.
La historia está plagada de anécdotas de personajes que hicieron promesas y luego para cumplirlas tuvieron que pasar por fétidos episodios.
Uno de ellos, le pasó a la Infanta Isabel Clara Eugenia de Austria, hija del Rey Felipe II de España. Ella regentaba los Países Bajos y durante la Guerra de Flandes los españoles sitiaron la ciudad de Ostende en Bélgica.
La reina estaba muy segura que sus tropas doblegarían con facilidad a los antiguos holandeses y prometió “no cambiarse de camisa” hasta que Ostende sea tomada. Para su desgracia, pero posiblemente aún más para los trabajadores de la Corte que tenían que estar a su lado, el sitio de Ostende duró ¡3 años y 71 días!
Y lo peor que la reina cumplió su palabra. La larga duración del asedio dio lugar a que la camisa blanca que portaba la reina en 1601 cuando hizo la promesa, terminara negra en 1604 cuando por fin terminó el asedio de Ostende.
Los campesinos españoles en honor a la camisa de la reina y en forma de mofa, llamaban “isabelo” o “isabelino” a las vacas o caballos cuyo pelaje oscilaba entre blanco y manchas oscuras.
El gran caricaturista argentino Quino dijo una vez a través de su famosa Mafalda, que las personas “hacen promesas y más promesas. Pero muchas de ellas lo único que cumplen ¡son años!”. Y es que el valor de la palabra suele estar devaluada en estos tiempos. A veces como la reina que no se cambió de camisa por años, el tema va más una cuestión de honor y de ejemplo a sus vasallos, pero en otros casos como los sucios Amou Haji de Irán o Kailash Singh de la India, el no bañarse solo por razones excéntricas o irreales, demuestran que los extremos siempre son malos. Y en el caso de estos hombres antihigiénicos sus conductas solo sirven para entrar al record de los Guinnes como los más cochinos o para inspirar las bromas de sus vecinos.