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EL VIEJO Y LA BODEGA. Un viaje a Cuba y al pensamiento de Ernest Hemingway

ARMANDO AVALOS EN CUBA

Por Armando Avalos
Anselmo Sameguay tiene 70 años, viste un impecable terno con una flor en la solapa. Lleva un bastón que parece competir con el enorme habano que todo el tiempo tiene en su boca y que es el principal motivo por el que decenas de turistas se toman fotos con él por un dólar. Con lo que gana por sonreír y posar para la foto con los visitantes, gana en un día, el doble y hasta el triple de los 10 dólares mensuales que el gobierno cubano le da de pensión. Cuando conocí a Don Anselmo me decía que al jubilarse y no saber qué hacer para obtener recursos, pensó en una frase que decía el escritor Ernest Hemingway durante sus tertulias en la Bodeguita del Medio en La Habana: “Ahora no es el momento de pensar en lo que tienes. Piensa en lo que puedes hacer con lo que tienes”.

“Pues chico, me dije, lo único que tengo es lo que llevo encima, lo que incluye, mi habano grande y mi carisma y me dije, palante…”, me contaba Don Anselmo con una pícara sonrisa y esa alegría característica de los isleños. Nos tomamos la foto de rigor, le pague su dólar y me acompaño hasta la Bodeguita del Medio donde el escritor norteamericano Ernest Hemingway siempre llegaba a tomar su mojito, a conversar y pasarla bien con muchos bohemios como él.

Al ingresar a este emblemático local, al lado izquierdo en un cuadro esta un escrito de Hemingway elogiando el mojito que tomaba ahí y en el arco de la entrada una foto del Premio Nobel de Literatura con el ex líder de Cuba, Fidel Castro. En cada rincón hay frases, fotos y pensamientos del autor de “El Viejo y el Mar” durante su paso por Cuba y la influencia que tuvo en muchos isleños como Don Anselmo.

Le invite a Don Anselmo un mojito y lo tomamos en una mesa al lado de donde habitualmente cada tarde se sentaba Hemingway. Ahí donde una vez “sazonado” por el licor dijo una de sus frases más celebres y risueñas: “Siempre haz sobrio lo que dijiste que ibas a hacer borracho. Eso te enseñara a mantener la boca cerrada”.

Una carcajada de Don Anselmo al recordarle esta frase de Hemingway, casi lo hace tragarse el enorme habano que lleva para las fotos. El dinero que gana por inmortalizarse con cada turista es para ayudar a su familia y sobre todo para la alimentación de sus nietos. Nos recuerda que muchos abuelos de su edad, venden en las calles de La Habana a los turistas como recuerdos, los periódicos Granma que son entregados gratis por el gobierno y así se ganan la vida.
Regresé con Don Anselmo a la plazuela donde lo encontré y que está a pocos metros de “La Bodeguita del Medio” que, para él, es el lugar que mantiene viva la memoria de los cubanos sobre Ernest Hemingway. El hombre que amo Cuba y done se inspiró a hacer su obra maestra, “El Viejo y el Mar”, con la que gano el Premio Pulitzer y el Nobel.
Ese cuento que narra las peripecias de Santiago, un anciano que tras tres meses sin pescar nada, logra capturar un pez vela en su bote. Durante tres días lucha contra tiburones para que no le quiten su pez. Un espíritu de lucha del pueblo cubano, que muchos como Don Anselmo. sienten que fue graficado por Hemingway en su obra.
“El hombre no está hecho para la derrota. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado”, era una de las frases que decía Hemingway y que Don Anselmo me comentaba mirando el bello atardecer de su Isla, cuando ya se alista a terminar su jornada y con su bastón partía camino a su casa con los 17 dólares que ese día había ganado.

Había muchas cosas que le pregunte a Don Anselmo y que solo respondió con una silenciosa sonrisa. Una prudencia producto de décadas de temores y represión gubernamental a la libre expresión en su país. Pero hay algo más valioso que rescato de este cubano y que lo asemeja a Hemingway, su alma libre y esas ganas enormes de luchar en la vida.
Cuando iba por las calles de La Habana con Don Anselmo, me dijo que uno de sus sueños era un día poder viajar y conocer otros paises. Como lo había hecho el aventurero Hemingway. Le dije que si viajaba a Lima le invitaría un ceviche y él me dijo que me enseñaría a preparar un mojito. Le dije en broma que con ese enorme habano “seria la envidia de muchos peruanos” y no paro de reír.

Nos dimos la mano y un fuerte abrazo. Vi en su mirada a un hombre franco, honesto y alegre. Un ex trabajador público que por necesidad se había convertido en un atractivo turístico pero que debajo de su traje elegante, estaba un abuelo luchador. Mire a Don Anselmo como decía Hemingway que hay que mirar a los seres humanos al escribir sobre ellos, como personas y no como personajes.
Él decía: “Al escribir una novela, un escritor debe crear personas vivas, personas, no personajes. Un personaje es una caricatura”.
Cuando se alejaba Don Anselmo me grito a lo lejos que no dejara de visitar las playas de su isla y su mar y su figura poco a poco fue desapareciendo entre la gente. Al día siguiente, hice lo que me había recomendado. Me fui a ver su maravilloso mar y sus playas y ahí comprendí porque Ernest Hemingway se había enamorado de la isla y su gente.
Mirando las arenas blancas, el mar azul y el paisaje maravilloso medite lo que Hemingway habría querido expresar en su obra maestra “El Viejo y el Mar”, un homenaje al coraje y fortaleza del hombre. Si tuviera que titular mi viaje lo habría llamado “El Viejo y la Bodega” y sería un tributo al valor que el ser humano lleva internamente.
Mirando las mismas aguas turquesas de Cuba, Hemingway dijo una vez: “Siempre trato de escribir sobre el principio del iceberg. Hay siete octavos debajo del agua por cada parte que muestra”. Así, el gran escritor, trataba de explicar que a veces vemos solo, la parte visible de las personas e ignoramos que debajo de ellas, hay algo más grande. Cuando los turistas se tomaban fotos con Don Anselmo solo veían un viejito curioso para retratar para el Facebook. Pero como el Iceberg, ocultaba debajo de la apariencia, un gigante de corazón.

Por MAURIPOOL